Julio Ramón Ribeyro, destacado cuentista peruano nacido en 1929, conocido por su estilo austero y realista. Su obra refleja la frustración de personajes marginales en una Lima en transformación, abordando temas de exclusión y desigualdad social. En consecuencia, Ribeyro se convierte en un crítico de las dinámicas sociales, dejando una influencia notable en la literatura contemporánea. En este contexto, Solo para fumadores es un relato breve que nos lleva a las profundidades de la adicción al cigarrillo a través de la voz de un narrador que se siente atrapado por su hábito. Con una mezcla de ironía y melancolía, Ribeyro nos presenta un mundo donde el cigarrillo no es solo un vicio, sino un compañero constante que llena los vacíos de la vida cotidiana. A medida que el protagonista reflexiona sobre su dependencia, somos testigos de su lucha interna y de las excusas que crea para seguir fumando. Este cuento refleja con precisión las complejidades de la condición humana y nos invita a cuestionar nuestros propios hábitos y los autoengaños que nos permitimos. ¿Cómo logra Ribeyro, en tan pocas páginas, capturar la esencia de una adicción que muchos han vivido en silencio?
Fumaba no solo cuando preparaba un examen, sino también cuando veía una película, cuando jugaba ajedrez, cuando abordaba a una guapa, cuando me paseaba solo por el malecón, cuando tenía un problema, cuando lo resolvía. Mis días estaban así recorridos por un tren de cigarrillos, que iba encendiendo y apagando, y que tenían cada uno su propio significado y valor. (Ribeyro, 1987, p. 2)
En este fragmento se evidencia cómo el cigarrillo se convierte en algo omnipresente en la vida del narrador; no es solo un hábito, sino que se mezcla con todo lo que hace, ya sea en momentos de ocio, estrés o incluso cuando busca compañía. De este modo, es una especie de «acompañante» que le da significado a sus días y que refleja el poder de la adicción: no se trata solo de fumar, sino de cómo ese acto impregna cada aspecto de su vida. Desde nuestra perspectiva, lo más preocupante aquí es cómo el cigarrillo toma el control, casi como si fuera indispensable para cualquier situación. Así, la adicción roba esa autonomía y, a la larga, afecta su bienestar físico y emocional. Por otro lado, resulta relevante observar cómo el cigarrillo parece ser esencial para el narrador en cualquier momento, sea bueno o malo. Esto plantea algunas preguntas importantes: ¿Cómo se sentiría si de repente no pudiera recurrir al cigarrillo? ¿Sabría enfrentar esos mismos momentos sin fumar? Y, más allá de eso, ¿Cuántas personas se dan cuenta del poder que tiene el cigarrillo sobre sus vidas? A veces parece que es solo un hábito, pero ¿hasta qué punto afecta las decisiones y emociones cotidianas?
¡Ay mísero de mí, ay infeliz! Yo pensaba que mi relación con el tabaco estaba definitivamente concertada y que en adelante mi vida transcurriría en la amable, fácil, fidelísima y hasta entonces inocua compañía del Lucky. (Ribeyro, 1987, p. 2).
Hasta este punto, se pone de manifiesto cómo, al principio, se consideraba el cigarrillo como algo inofensivo, casi como un amigo fiel que siempre estaría a su lado sin causarle daño. No obstante, se percibe una cierta ingenuidad en ese pensamiento, ya que se creía capaz de mantener esa relación sin consecuencias. Al emplear palabras como “mísero” e “infeliz”, se evidencia que pronto descubrió que lo que parecía un simple hábito terminó atrapándolo en una adicción. Lo negativo que resalta aquí es como se subestimaron los efectos del tabaco. Al describirlo como “amable” y «fidelísimo», muestra cómo se idealizó algo que, en realidad, terminaría dañándolo. Este aspecto actúa como un recordatorio de cómo a veces minimizamos los riesgos de algo que nos gusta, solo para descubrir, demasiado tarde, lo perjudicial que puede ser. Además, es preocupante ver cómo el autoengaño juega un papel importante en muchas adicciones, reflejando la dificultad de reconocer la realidad detrás de nuestros hábitos.
«No me quedó más remedio que inventar mi propia teoría. Teoría filosófica y absurda, que menciono aquí por simple curiosidad. Me dije que, según Empédocles, los cuatro elementos primordiales de la naturaleza eran el aire, el agua, la tierra y el fuego. Todos ellos están vinculados al origen de la vida y a la supervivencia de nuestra especie. Pero con el fuego no podemos tener relación directa. El fuego es el único de los cuatro elementos que nos arredra, pues su cercanía o su contacto nos hace daño. La única manera de vincularnos con él es gracias a un mediador. Y este mediador es el cigarrillo.» (Ribeyro, 1987, p. 3)
Aquí el narrador crea una teoría para justificar su dependencia del cigarrillo, comparando fumar con conectarse con el fuego, algo elemental pero peligroso, y muestra cómo las personas, a veces, buscan justificaciones para hacer que un hábito dañino parezca algo profundo o casi necesario.
En realidad, el narrador está racionalizando una adicción. Sin embargo, lo negativo aquí es claro: busca una justificación para seguir fumando, disfrazando su adicción como una «conexión» con el fuego en lugar de enfrentar los riesgos reales. Este tipo de racionalización es peligrosa porque puede hacer que las personas continúen con hábitos que saben que les están haciendo daño sin admitirlo. Este fragmento nos invita a reflexionar: ¿cuántas veces hacemos lo mismo? ¿Cuántas veces nos contamos historias para justificar algo que sabemos que no es bueno para nosotros? Me deja pensando en cómo podemos inventar explicaciones complejas para no tener que enfrentar la verdad, en especial cuando se trata de algo que nos gusta, pero que nos hace daño.
Enciendo otro cigarrillo y me digo que ya es hora de poner punto final a este relato, cuya escritura me ha costado tantas horas de trabajo y tantos cigarrillos. No es mi intención sacar de él conclusión ni moraleja. Que se le tome como un elogio o una diatriba contra el tabaco, me da igual. No soy moralista ni tampoco un desmoralizador, como a Flaubert le gustaba llamarse. (Ribeyro, 1987, p. 15)
Se ilustra a un narrador que parece cómodo con su adicción al cigarrillo, como si ya hubiera aceptado que forma parte de su vida. Al afirmar que no busca sacar una lección ni ofrecer una moraleja, deja claro que no intenta advertir o convencer a nadie sobre los peligros del tabaco; simplemente lo vive. La indiferencia que expresa refleja la resignación de alguien que ha perdido la motivación para cambiar, como si el cigarrillo fuera tan parte de su rutina que ya no se cuestiona si está bien o mal. Asimismo, lo que más resalta aquí es esa especie de “rendición” del narrador. No intenta ni glorificar ni criticar el cigarrillo, sino que lo acepta como algo que simplemente “es”. Esto tiene un valor negativo claro, ya que es un reflejo de cómo una persona puede llegar a acostumbrarse tanto a su adicción que deja de buscar una solución. En lugar de luchar o reflexionar sobre su hábito, lo ve como algo inevitable, lo cual puede ser una forma de evitar enfrentarse a la realidad de lo dañino que es. Nos lleva a reflexionar sobre cuántas veces dejamos de intentar cambiar algo porque creemos que ya no tiene sentido luchar. Surge la pregunta: ¿es que el narrador se ha dado por vencido ante el cigarrillo?
Además, ¿cuántas veces nos convencemos de que una adicción, o cualquier hábito negativo, es simplemente parte de nosotros, en lugar de buscar una salida? En definitiva, esto nos recuerda que, a veces, la resignación nos hace olvidar que siempre hay una opción para cambiar, aunque parezca difícil.
En conclusión, Solo para fumadores de Julio Ramón Ribeyro es una obra que invita a una profunda reflexión sobre la naturaleza de la adicción y su impacto en nuestras vidas. A través de la narrativa íntima del autor, somos testigos de la lucha del narrador con su dependencia al tabaco, lo que permite una conexión emocional intensa con su experiencia. Así, Ribeyro no solo nos presenta el tabaquismo como un simple hábito, sino que lo convierte en un símbolo de la lucha interna que muchos enfrentamos. Además, la manera en que el autor ilustra cómo las adicciones pueden infiltrarse en cada aspecto de nuestra vida cotidiana resuena con fuerza, recordándonos que estas afectan tanto nuestra salud física como nuestra autonomía y bienestar emocional. De este modo, el cuento plantea preguntas éticas sobre la normalización de las adicciones en nuestra sociedad, haciéndonos cuestionar hasta qué punto podemos considerar ciertos comportamientos como inofensivos.
Es por ello, que invitamos a leer este cuento a quienes buscan una lectura que no solo entretenga, sino que también provoque una reflexión sobre sus propias luchas y hábitos, en especial para quienes aprecian el realismo y el análisis crítico de la condición humana. Al finalizar la lectura, debemos preguntarnos: ¿qué hábitos nos están atando y cómo podemos liberarnos de ellos? En definitiva, Ribeyro nos deja con esta inquietante reflexión, recordándonos que, aunque a menudo nos sintamos cómodos en nuestras rutinas, siempre existe la posibilidad de cambiar.
FUENTE: Cabos, Anderson - Ollarves, Cirlys - Silva, Miguel
FECHA: 05/11/2024